viernes, 3 de febrero de 2012

Contra la supervivencia secuencial.

Nadie quiere perecer (excepto por los suicidas). Todos sabemos que algún día dejaremos de existir en este mundo. Algunos buscan refugio en las religiones, diversos dioses y vida eterna (o reencarnación del alma, dependiendo del contexto aleatorio donde se haya nacido). Hay quienes viven, disfrutan, aprenden, renuevan sus experiencias, a sabiendas que su paso existencial es efímero. Otros, sin embargo, han reducido su humanidad a la supervivencia. ¿Por qué? Nadie sabe con exactitud. Me atrevo a decir que ni ellos mismos (pues no son concientes de ello). 

Todos queremos sobrevivir, la supervivencia es la razón por la que estamos vivos, de no ser por la selección natural y el deseo de no morir, la humanidad no habría aparecido. Sobrevivir es primordial, de ahí que el derecho más importante es el derecho a la vida. Sin embargo, no es posible reducir la humanidad a la supervivencia. Me corrijo: es posible, no es recomendable. Sólo los demás animales (por favor no entremos en taxonomía, sé que me dejo entender) viven por vivir. El ser humano, no debería. Los demás animales no saben que morirán, carecen de la conciencia necesaria para ello. Viven hasta que sus vidas son arrebatadas, sea por una casualidad o por longevidad. Esto es sobrevivir. Esto es no pensar en la muerte. “Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte” (Jorge Luis Borges, El Aleph). Sin embargo, de alguna manera, a veces se olvida que la vida es prestada, y es ahí cuando se comienza a sobrevivir sin saber ni por qué. Quizás se termina uno entregando a los brazos del placer y la simplicidad, pues no se debe asociar "supervivencia" con "aburrimiento": el ratón también siente placer al comer, y el gato lo siente al perseguir al ratón, sin embargo ninguno sabe por qué lo hace.

No termino de comprender las vidas monótonas (entiéndase: estudiar, trabajar, ganar dinero; es decir, sobrevivir), y entiendo menos el deseo de querer extender la vida hacia otros seres para predicar un maniqueísmo monocromático. Buscar una felicidad, hedonista al comienzo, relativamente estable después, extender la cadena de la supervivencia, contribuir con la perpetuación de la raza humana, todas aquellas empresas carecen de sentido humano por sí mismas. Todas acciones predecibles en una vida vertiginosa. ¿Y al final qué? Me invade el horror (acaso bastante esquivo) al pensar que alguien en su lecho de muerte pueda mirar atrás y no encontrar refugio alguno. No por temor a ser rechazado del paraíso ni cosas por el estilo, para alguien que se considera un frío impío, esto es implausible, sino precisamente por tener la sensación de una vida hueca, desperdiciada, justo en el último instante que se termina la oportunidad de vivir.

¿En verdad estoy viviendo o sólo estoy sobreviviendo? ¿Por qué me empeño en trazarme metas si no las cuestiono desde sus mismos cimientos? ¿Es que así funcionan las cosas y debo simplemente acostumbrarme? No me satisface la respuesta. Lo siento, pero el agridulce placer del “vivir por vivir” me es ajeno. Yo cuestiono mi actuar, desde el más trivial peldaño hasta el más importante salto (acaso estos últimos con mayor meditación). ¿Y mis conclusiones? No quiero tan sólo sobrevivir, ya que eventualmente he de morir. Quiero vivir. Quiero existir.

1 comentario:

  1. ¿Y si alguien, aun siendo consciente de la fugacidad de su vida, decidiera simplemente sobrevivir? Para el hombre absurdo, el descubrimiento sigue a la indiferencia, ¿pero si sólo hubiera indiferencia? ¿El apático total debe ser objeto de nuestro desprecio? Aún no tengo una respuesta para estas preguntas.
    Por otra parte, encontrar un sentido a la vida no implica necesariamente acabar con la monotonía. De hecho, como la palabra misma lo expresa, un "sentido" es un camino a seguir, un rechazo tácito de los otros posibles caminos. Desde esta atalaya, observamos el mundo y lo juzgamos, ella es nuestro reino. Pero existen otros puntos de vista que nunca descubriremos.

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