lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Voluntad o ley?

He de advertir que no soy el primero en pensar lo que estoy a punto de expresar; y peor aún, no he leído libro alguno al respecto todavía. Por eso, mi postura es todavía tentadora y se encuentra en progreso.


Para efectos de este tema, “voluntad”, “libertad” y “libre albedrío”, vienen a ser lo mismo. Pero, ¿qué es, pues, la voluntad? Para ilustrar mi respuesta a esta pregunta, recurro a otra pregunta. ¿Se puede decir que una ameba tiene voluntad? Analicemos este caso. Si presento un estímulo desagradable a la ameba (un choque eléctrico, por ejemplo), se alejará, lo evitará. Si, por el contrario, presento un estímulo agradable (verbigracia, comida), la ameba se acercará. No es difícil deducir que la conducta de la ameba, cualquiera que sea, está determinada por leyes químicas celulares, que carece de libertad para escoger. Extrapolando esto a gran escala y usando el ejemplo usado por Stephen Hawking en “El Gran Diseño”, podríamos plantear lo siguiente: si nos encontrásemos un robot extraterrestre, ¿cómo saber si tiene voluntad? Si pudiéramos predecir su conducta, hallar leyes que la rijan, diríamos que no posee voluntad. En contraposición a esto, podemos llamar voluntad a nuestra incapacidad humana de predecir conductas complejas. Una ameba está formada por una célula, un humano por millones de ellas y una cantidad incalculable de estímulos distintos actuando sobre nosotros y generando conductas continuamente.


Así, el hecho de que alguien esté leyendo esto responde a cierto(s) estímulo(s), por ejemplo, la curiosidad. De igual manera, al terminar de leer, nuevas conexiones sinápticas se habrán formado entre nuestras neuronas, las cuales, si son repetidas suficientemente, se administrarán en la memoria a largo plazo y ulteriormente desencadenarán nuevas conductas: si lo leído y propuesto entra en conflicto con lo aprendido, probablemente habrá una conducta repulsiva, si por el contrario, esta postura resulta tentadora, será evaluada positivamente por el cerebro y será expresada en conductas distintas. E incluso, si se actuara repulsivamente de forma “deliberada” a pesar de encontrar esta propuesta interesante (que repito, no es propiamente mía), sería porque un estímulo de mayor intensidad (por ejemplo, antipatía hacia mi persona) se presentó y opacó al estímulo precedente.


Suena polémico, pero nuestra libertad posiblemente radique sólo en la posibilidad de discriminar estímulos. Absolutamente todo lo que hagamos son respuestas a estímulos, ya sean internos o externos. Comemos porque sentimos hambre si nuestro cerebro envía información con el mensaje de que nuestro cuerpo requiere de energía (estímulo interno), o si vemos algo apetitoso que nos trae recuerdos o se ve suficientemente agradable como para generar algo de hambre (estímulo externo).


No podemos escapar de las leyes que rigen nuestra conducta de la misma manera en que no podemos violar la ley de la gravedad. Podemos, sin embargo, comprender dichas leyes y en cierta medida controlarlas. Cuando comprendimos la gravedad, pudimos llegar al espacio. Cuando se comenzaron a entender las leyes conductuales y de aprendizaje, se formularon los condicionamientos respondiente y operante.


En cierto tiempo los humanos éramos mamíferos como cualquier otro. Vivíamos bajo leyes, sin conocerlas. Entonces, comenzó la evolución y la selección natural  hizo su trabajo. Ahora, poseemos la capacidad para comprender las leyes. Reducir nuestra humanidad a estímulos, respuestas y quitarnos el libre albedrío podrá escandaloso, pero así parece que funciona el mundo. Algunos creen en Dios, otros en el alma, yo considero más sensato crear un modelo de realidad verificable en las leyes naturales. Y el universo, así como los humanos y toda la naturaleza, no deja de parecerme hermosa y complejísima.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Aquí no hay patria



Muchas personas (por no decir la mayoría) se aferran a su cultura, se identifican con la misma, la defienden con orgullo, la aman, no ocultan su sentimiento patriota. No soy de esas personas y voy a explicar los motivos.

Comencemos hablando de “mi país”… Perú. Pues veamos, ¿por qué voy a identificarme y conformarme con este país? Yo no escogí el lugar donde nacer. La cultura se me ha tratado de imponer, pero no he sucumbido. No me puedo identificar con un país donde prima la cultura del más vivo, donde nos ofendemos entre nosotros, no puedo amar a un país lleno de mestizos racistas. Incluso, la democracia podría fallar acá (si es que no ha fallado ya).  No es muy sabio dejar que el pueblo elija si gran parte del pueblo se preocupa en el paradero de Ciro Castillo o de quién pasó a la final del Gran Show antes que de los problemas sociales.

Yo no voy a amar un lugar “porque sí”. Amar implica trascender toda razón posible para querer algo o alguien y formar un vínculo metafísico inexplicable. Y si no tengo razón alguna para formar dicho vínculo con “mi patria”, si carezco de motivos para identificarme con esta nación, ¿Por qué he de entregarme a sus ideales? ¿Por qué he de cegar mi razón con un sentimiento sin sentido? Verbigracia, ¿por qué tendría que sentirme orgulloso por la comida peruana? ¿Acaso es la única comida exquisita que existe? ¿Acaso la preparo yo? He llegado al punto de no sentirme orgulloso por los logros de otros peruanos, porque son eso… logros de otros.

Creo que el problema no radica en el Estado per se, en las políticas económicas. Lo económico es una conditio sine qua non para el cambio progresivo, pero hace falta cambiar la cultura del peruano, sus costumbres, su mediocridad. Y eso es algo bastante difícil, por no decir imposible. Si me empeñara en cambiar a mi país o a mi sociedad, creo que me limitaría sobremanera. ¿Para qué? Al final cada uno hace lo que mejor le parece.

Las manifestaciones culturales, carecen de patriotismo alguno. En cierto punto se progresó tanto en la comunicación entre naciones, que se dejó de abrazar y reservar los conocimientos para un pueblo solamente. Se comenzó a compartir. La ciencia, el arte, son bellos y provechosos en tanto producto de humanos, no de un ideal patriótico.

Pero por favor, no me malinterpreten. No odio a los peruanos, pues no voy a negar que yo mismo sea uno. Simplemente acepto el lugar donde me tocó nacer y adopto una postura neutral ante su cultura. No amo a mi país, pero tampoco lo odio. Analizo un poco la realidad peruana para entender un poco a la sociedad y ampliar mis conocimientos.

Ahora, mi crítica no va sólo hacia “mi país”. Me he desembarazado del sentimiento patriótico y me siento un poco más… libre. En general, cierto cierta aversión hacia los grandes grupos sociales. La capacidad social del ser humano la considero un don y maldición a la vez. Pero de eso, más adelante.


Sin sentido

El mundo actual nos da dos opciones: disfrutar del ruido, del alcohol exagerado y de las trivialidades materiales en una vida superflua a cambio de “amistad”, autoestima y sociabilidad; o bien se puede negar dicho paradigma abismal, buscar una trascendencia personal so pena de perdernos en dicho proceso.

Si se opta por la segunda opción, he de advertir que se requiere cierta fortaleza para soportar la carga social. Porque sí, varias veces la considero como una carga. La sociabilidad, al igual que la razón, la memoria, el lenguaje entre otras capacidades que ahora no me preocuparé en nombrar, ha sido otorgada a todo ser humano por igual. Y no importa si fue Dios, si somos el resultado último en una cadena de síntesis dentro de la dialéctica natural (léase: selección natural) o si hace mucho tiempo algunos seres fuera de esta tierra experimentaron con nosotros (como sugiere “Odisea en el Espacio”).

Me niego a entregarme a la vida ruidosa, a vivir para lo fácil, a contentarme con dinero. Prefiero arrancarme la venda y ver mis ojos sangrantes en el espejo hasta que la indignación embriague mi espiritualidad. Se requiere de cierta rebeldía para rechazar lo que te hacen creer normal, lo que te imponen como socialmente aceptado, para evitar la “moral de esclavos”, como diría Nietzsche. Hace falta cierta valentía en este mundo donde escuchar música burda es más interesante que leer, donde todos quieren hablar pero pocos están dispuestos a escuchar de verdad. Se requiere una voluntad férrea para no perecer ante la codicia común empresarial ni ante la avaricia monetaria. En el mundo donde la vasta mayoría sueña con estabilidad económica, amoríos efímeros, un sinnúmero de amistades y conformismo, yo anhelo saber algo más cada día, "quisiera vivir para estudiar, no estudiar para vivir" leí en algún lado, quisiera algún día tener tranquilidad y prefiero un grupo pequeño de amigos que compartan mi postura crítica social antes que un montón de conocidos que finjan amistad… o peor aún, que crean que pueden ser considerados amigos míos.